Siempre me he sentido como una simple
espectadora. Sentada en un banco, veía pasar mi vida. La cual estuvo llena de
huidas, mi padre que escapaba de la responsabilidad que conlleva tener un hijo,
mi madre de todos sus fantasmas, mi abuelo que empezó a amar la vida demasiado
tarde y tuvo que pagar el precio, mi hermano huía de su padre, … Incluso yo
huyo, me escondo y trato de anestesiarme, escapo de mi misma, mis fantasmas y
pesadillas. Nunca entendía por qué todos se iban, por qué desaparecían en
silencio. Después de muchos años de experiencia en eso de que te dejen tirada,
llegué a la conclusión de que el problema estaba dentro de mi. Así que empecé a
odiarme a mi misma y quise cambiar. Lo intenté todo, pero seguía solamente
observando mi vida, aunque intentara intervenir, no podía hacer nada para
frenarlos. Todos se iban, unos detrás de otros. Y al final estaba yo, sola, en
silencio. Colillas en el suelo, una botella a medio beber, con las piernas
cruzadas y la espalda apoyada en la pared. En el último momento, se me ocurrió
rezar, pero no creía en ningún dios. Así que hablé con mi abuelo, le dije: “Ya
no puedo más, estoy cansada, todos se van y ni uno vuelve. Ahora me toca a mi,
me iré sin hacer ruido, no quiero molestar”.
Buenas, he llegado aquí por casualidad, me he leído varias entradas y la verdad es que me gustan mucho.
ResponderEliminarEscribes muy bien.
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