Todo se desvanecía a mí alrededor. Caía, y yo estaba en
medio gritando de dolor. Algo se me había metido dentro y me clavaba alfileres
por todo el cuerpo. Y yo odio las agujas, los alfileres y todo objeto
punzante. Clamando al cielo, pedía a
todo aquel que me escuchara un poco de ayuda. Que me sacaran de aquel hoyo en
el que me había metido. Miré hacia abajo y vi mi cuerpo putrefacto. Olía a
muerto. Gusanos y bichos que correteaban por mis brazos. Estaba podrida, una
manzana a la que habían dejado demasiado tiempo en el frutero. Yo gritaba y
gritaba pero no había nadie para hacerme caso.
Hola sí, me he visto obligada a dejarte un comentario, sabes visito tu blog cada día, y eso que tienes que ser escritora, porque escribes de puta madre y eso, que te quiero.
ResponderEliminar