domingo, 29 de julio de 2012
144.
143.
Me encuentro vacía, como la taza que vacié de café.
Caminando por calles que recuerdo vagamente como bonitas y luminosas. No sé que ha pasado, desperté
una noche jadeando, con cuarenta grados de temperatura y todo había cambiado.
Había perdido las ganas de todo, no tenía fuerzas ni para escribir. Caminaba
como una autómata, hacía la comida, limpiaba la casa. Pero no veía lo que tenía
delante, no era capaz de apreciar el sabor de la comida, dejé de escuchar
música y de dibujar. Ahora, estoy sentada en un columpio y me doy cuenta de que
estoy vacía, perdida, no sé cómo volver a casa, pero me da igual. Yo no soy yo,
y es muy improbable que vuelva a serlo. Algo imperceptible a mis sentidos ha
cambiado, como si una fina membrana transparente me cubriera, me aleja del
mundo.
142.
Hoy hablaré de mi.
Veo el vaso vacío, y me río, porque se parece a mi. No me gusta la poesía, pero me encanta leer a Rosalía de Castro, Bécquer, Berta Dávila y a veces, a mi compañera de clase Sonia. Escribo, y luego pienso. Me veo en el espejo, pero no me observo porque me espanto. Me gusta mezclar helado de frutas del bosque con helado de chocolate blanco. No tengo ni idea de política, pero me hace mucha gracia escuchar a mi novio hablar de ese tema. Sí, novio, algo que nadie creía posible para mi. Sentados en la mesa del salón, estamos mi café y yo, ambos solos. Suelo llorar por la noches. De pequeña soñaba con formar parte del ejército americano, aún no entiendo por qué. Soy fumadora, aunque ya hace tiempo que dejé la nicotina, el petróleo, los endulzantes y el amoníaco. Cuando abro los ojos por la mañana necesito unos quince minutos para despertar. Los miércoles los siento como si fueran lunes. Y, por lo general, tampoco me gustan los domingos, demasiada gente y todas las tiendas cerradas. Me gusta estar sola, pero no soporto estar encerrada. Algún día, me iré de la casa de mi madre, me entrarán ganas de hacer una locura y en vez de sacar mis cosas por la puerta, las tiraré por la ventana. Porque la ventana de mi habitación es bonita, y grande. Ah, y no, no tengo el pelo rosa, soy morena, como el chocolate. Me gusta el chocolate, de pequeña, mi hermano me decía que de tanto comer chocolate, se me había quedado así el pelo, yo intenté comerme mi pelo porque era de chocolate, pero no sabía como el chocolate.
domingo, 15 de julio de 2012
141.
No me voy a sentir mal por esto, como muy bien has dicho "Ya no formo parte de tu familia". Han sido tres años viviendo en tu casa, he pasado por alto mil y un insultos, porque la convivencia es dura. Cada vez que me gritabas o que gritabas a mi madre, o cuando dejaste de limpiar nuestras habitación y tuve que hacerlo yo, la época en que ni siquiera cocinabas aunque para mamá fuera imposible hacer la comida. Todas esas veces, pensaba "Bueno, también hace cosas buenas por mi, todos tenemos un mal día". Pero se ha acabado y ya no tienes derecho a echarme la culpa de nada. Porque lo he intentado, lo intenté con todas mis fuerzas, es que, simplemente, tú has llegado al tope de mi paciencia. Has pasado la raya. Esto no es un capricho de adolescente, no es una decisión tomada a la ligera, durante este año he madurado, he crecido y cada vez soy más adulta. Me duele porque eres mi abuela, pero ya no puedo más. Se ha acabado.
sábado, 14 de julio de 2012
140.
Es curioso, pero supongo que no debería sorprenderme pues hace poco menos de un año que te conozco y en ese corto lapso de tiempo has demostrado con creces que rompes todos mis esquemas. Que eres todo lo que yo jamás habría esperado y, quizá, tampoco lo que habría buscado en un hombre. Pero aquí estás, hablando conmigo a través del altavoz de mi móvil. Siguiendo con mi historia, es curioso el hecho de que hace un par de horas sufrí uno de los ataques de pánico más duros de mi vida pero si alguien me viera en estos momentos, no sospecharía lo más mínimo. Cuando te conocí, tomé la decisión de hacer las cosas bien, de empezar a cambiar, no entraba dentro de mis planes enamorarme de ti, ni mucho menos. Pero, de repente, estaba besándote en tu sofá, y desde ese momento no he hecho más que madurar. Mejorar, diría yo por eso es que aunque acabe de pasarlo fatal, aunque esté un poco resentida porque no me vinieses a buscar a la estación de tren, todo se arregla. Porque estoy hablando contigo, y las lágrimas corren libres por mis mejillas y por una vez, no me avergüenza llorar en público.
domingo, 8 de julio de 2012
139.
Quisiera pegarle, quisiera ser feliz o tomarme un helado o irme a dar la vuelta al mundo. Tirarme de un puente, hacerme mujer bomba, mudarme a Wonderland. Aprender a tocar el banjo. Tatuarme la cara o teñirme completamente de verde. Gastarme todos mis ahorros en uno de esos adornos inútiles que todos acumulamos en casa. A veces, quisiera morir, y lo haría, de no ser porque aún así no podría verte otra vez. Quiero tantas cosas... Pero tampoco estoy muy segura de si sería capaz de realizarlas. Sueño cosas extrañas y, no sé por qué, me molesto en apuntarlas en una libreta. Realmente, dedico gran parte de mi tiempo a pensar en tonterías, a fantasear con ser escritora famosa, y no gasto un solo minuto para frenar en seco e intentar reflexionar sobre qué
138.
Y por muchas cosas que tire al suelo con fuerza, por muy alto que grite. No conseguiré que cambie nada. Cuando pienso en ello me siento totalmente inútil, y aunque no sirva para nada. Rompo todas tus cartas, borro tus SMS, tiro al suelo tus fotografías. Pero no me siento mejor. Solo un poco más rota, como si fuera dejando trocitos de mi por ahí y como no sé donde están, no puedo ir a recogerlos.
lunes, 2 de julio de 2012
137.
De alguna forma tuve que dar la espalda, cerrar los ojos, suspirar y luego seguir adelante. Porque el hecho de no ser suficiente para ti, y de no poder serlo jamás me estaba matando. Y dejé de saber lo que hacía. Continuamente me daban ataques de pánico y vomitaba como una loca. Me mareaba y había días que ni siquiera dormía. Pero tu nunca parecías estar contenta conmigo, así que terminé cansándome. No soy de las que abandonan facilmente pero esto sobrepasaba mis límites.
136.
Hacia años que no le veía y en aquella fotografía ni siquiera estaba mirando hacia la cámara. Pero la forma de apoyarse en la bicicleta, el corte pelo, mil detalles que le llenaron la mente. Ella suspira. Los recuerdos vienen a su mente, mezclados como si la televisión se hubiera vuelto loca y pusiera escenas descolocadas de una película. Ríe pero se pone algo melancólica. De repente, se da cuenta de lo mucho que echa de menos hablar con el mientras 'aseaban. Que los monólogos sobre motos, coches y mecánica en general que antes tanto le aburrían, ahora le hacen gracia. Y poca gente da abrazos como el, es probable que sea la única persona sobre el mundo que pueda reconfortarla así. Acaricia la pantalla del ordenador, pero sabe que no volverá a verlo.
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