domingo, 29 de enero de 2012

26.

Noto el suelo frío bajo las plantas de mis pies, dejé los zapatos por ahí, olvidados. La lluvia cae en mi frente y ojos y resbala por mis mejillas. Con mi cabeza bien alta, y mis lágrimas secas, recorro las calles de Madrid. Sin rumbo fijo, simplemente callejeo hasta que me canso y me siento en un banco. Cada vez que me cruzo con alguien guiño los ojos para poder ver en esta puta oscuridad y saber si eres tú. Ya se va a hacer de día y aún no te he encontrado. Supongo que porque ya no estás en esta ciudad. La verdad, no quiero estar un minuto más mirando cómo los perros mean en farolas. Tú si podrías estar en mi lugar. Hecho polvo y más borracho que un bizcocho.  Sin embargo, suelo ser yo la que acaba tirada por las calles susurrando tu nombre a la luna, preguntándole a las estrellas por qué siempre me dejas cuando todo parece ir bien. A lo mejor, soy yo la que corre espantada cada vez que me pides “seriedad” en nuestra relación. No lo sé. Pero seguiré echándote a ti la culpa, hace que sea más fácil olvidarte.

25.

Despierto entre sábanas que huelen a Chanel nº5, un camino de rosas me lleva hasta la cocina donde encuentro zumo, helado y brownies. El teléfono suena. Dejo que el contestador haga su trabajo y hasta mi llega una voz conocida. Aguda, un poco ronca por el tabaco. Sin duda detrás del teléfono está tu cara sonriente. Has ido a dar un paseo, me recogerás a las 2 para ir a comer al restaurante de tus padres. Vamos a presentarnos ante ellos y explicarles que somos algo más que mejores amigas para siempre.

24.

Medio mujer, medio sirena. Pelo rosa, ojos verdes. Antes de desaparecer entre las brumas de las olas se gira, me mira. Sonríe. “Siempre te querré”. Y se va. Pero  no la puedo dejar ir. Me saco rápido la camiseta y me meto detrás de ella en el agua. Un simple reflejo lejano entre corales. No hay nada que hacer. Ella pertenece al mar, pero también me pertenece a mi.

23.


Soñé que venías a verme. Que paseábamos por Coruña cogidos de la mano. Que veíamos una peli en el salón de mi casa y cenábamos pizza. Que me besabas. Que hacíamos el amor y luego dormíamos abrazados. Soñé que podía escuchar tu risa. Soñé que no era necesario que te fueras otra vez. Que podías quedarte a mi lado. Pero, en fin, eso es solo un sueño. Porque siempre pasa lo mismo, cuando abro los ojos estoy sola en la cama. Y ya no hay nadie con quién escuchar música, dibujar o reír. Estoy yo dentro mi jaula de oro. Solo me queda soñar que todo es posible. Que, quizá, no todo esté perdido para siempre. Que algún día podrás venir aquí a hacerme compañía o que conseguiré convencer a mi hermano para que me lleve a verte.

domingo, 22 de enero de 2012

22.


Una vez conocí a una niña bajita y delgaducha, con el pelo trigueño y una insólita capacidad para acertar haciéndome regalos. Creo que no se lo dije muchas veces, pero yo amaba a esa niña. Fue de esas personas que me obligaron a luchar, así que, gracias a ella estoy aquí, escribiendo esto. Ella nunca quiso mucho dinero, fama o tener más de 500 amigos en tuenti. Solo quería una Vespa para irse de casa y dejar atrás a aquellos que la agobiaban con gilipolleces. Le gustaba enamorarse de hijos de puta que, seguro, le harían daño. No le gustaba la comida basura pero hacía una excepción si yo le pedía que me acompañara al McDonald’s. Adoraba pasar el día escuchando a Pete o Pereza tirada en su cama, rodeada de posters, discos y ropa. Siempre con sus vaqueros usados, sudaderas y zapatillas. Con una sonrisa para quién la necesitara y para quién no, también. Los Beatles, su primer amor, Pereza, el amor de su vida. Pete, simplemente, era Pete. Empeñada en hacerme reír sin parar. Perfecta para contarle tus cosas, ella no te juzgará. Siempre sincera y cariñosa. Hecha de sueños imposibles, humo de cigarrillo y sonrisas en atardeceres. Amante de la independencia y la libertad. Sabe hacer spaghettis. Tiene por costumbre hacerme sentir bien. Odia a la gente que me hace daño. No pega nada con sus “mejores amigas” pero las quiere como a nada más en el mundo. No se droga pero por las mañanas se levanta colocadísisisima. Va por la calle gritando: “Nanananana Batman!! Nanananana Roobin!!” y es feliz. Estoy segura de que, haga lo que haga, lo va a hacer bien. Incapaz de trasnochar. Bebe Coca Cola a litros y es, probablemente, la persona más sana que conozco. No tiene por costumbre decepcionarme aunque suele hacerme rabiar. Ella es de esas personas que, una vez que las conoces, ya no las olvidas. Todos la aman, menos los que no lo hacen. Yo, desde luego, jamás la olvidaré, ni dejaré de amarla. Y lucharé con todo lo que me venga encima aunque sea solo para poder verla feliz.

domingo, 15 de enero de 2012

21.

Oh, maybe I just need some rehab or maybe just need some sleep. I´ve got a sick obsession, I´m seeing it in my dreams.

domingo, 8 de enero de 2012

20.


Debería poder, verdad? Debería poder sonreír y punto. Ser feliz. Sin mentiras. Sin dobleces. Simplemente, feliz. Pero NO. No puedo. No puedo porque cuando me tumbo en la cama empiezo a llorar. No puedo porque te echo de menos. No puedo por todas las cosas que hice y que no supe arreglar. No puedo porque discuto contigo. No puedo porque me siento sola. No puedo porque nunca aprendí a decir adiós. No puedo porque siento que abandoné antes de tiempo. No puedo porque me dan náuseas cuando lavo los dientes después de comer. No puedo porque sigue gustándome correr bajo la lluvia. No puedo porque no soy perfecta. No puedo porque no me veo capaz. No puedo porque no me creo que pueda. No puedo porque quiero gritar pero me da miedo que lo oigas. No puedo porque te necesito y no estás. No puedo porque me entran ganas de pegar a cosas pero sé que no debo. No puedo porque nunca terminé de hacer algo. No puedo porque no llegué a cumplir mi sueño de ser princesa. No puedo porque, de repente, te llamo para contarte algo pero no estás en casa. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo seguir más. Estoy harta de luchar.

19.


El corazón comenzó a martillearme en los oídos, estabas al otro lado de la calle, apoyado en tu Harley. Viniste  a buscarme, como me habías prometido. Estás tan guapo con tu cazadora de cuero y tu camiseta de Bullet for my Valentine. Me quedo absorta mirándote, como siempre, y unos chicos me empujan para poder pasar por la abarrotada puerta del instituto. Cojo aire y cruzo la calle. Me saludas con un abrazo nada más verme. Sonríes. Pareces feliz. Espero que sigas tan feliz dentro de unas horas, cuando te diga que me voy a vivir a Londres. Subimos a la moto y vamos a tu apartamento. Comemos patatas fritas con bistecs y coca-cola. Me preguntas que tal el día, yo te cuento que la de mates es una inútil y que la de tecnología me cae bien aunque sea un poco demasiado estricta. Te devuelvo la pregunta y me dices que te llamó un cliente para “notificar la devolución de una de sus obras”, estás muy decepcionado porque creías que ese era uno de tus mejores cuadros pero, bueno, si a él no le gusta, no pasa absolutamente nada. Porque, siempre podemos quedárnoslo nosotros, no? Sonrío y digo Claro que si cariño. Vamos a ver la tele pero no hay nada interesante. Apagamos y empezamos a hablar de qué haremos el próximo fin de semana. Ya no puedo posponerlo más así que te explico que cuando acabe la semana yo estaré en un pisito en Londres. Te ríes, crees que es una broma. Es en serio Marc, papá quiere cambiarme, dice que si hacer el bachillerato en el extranjero me abrirá muchas puertas a la hora de elegir universidad. Entiéndelo, por favor. Pero no lo entiendes, crees que quiero cortar contigo, preguntas que es lo que haces mal. No haces nada mal, soy muy feliz aquí contigo pero tengo que pensar en mi futuro y lo mejor es irme a vivir allí. Asientes con la cabeza, no pasa nada, dices pero tus ojos no me engañan. Sé que te duele, a mi también, Marc, a mi también. Te echaré de menos. Espero que lo sepas, que lo valores, yo jamás quise hacerte daño. No respondes, pero quieres saber exactamente cuando me voy. Muy bien, dices, y te encierras en la habitación. Espero. Sales, te pones la cazadora, coges mi abrigo. Que haces? Pregunto. Nos vamos, te vas a ir, vale, así que quiero despedirte, a lo grande! Jajajajaja, me río. Me pongo el abrigo y salimos de casa. Dan comienzo los mejores cuatro días de mi vida.