viernes, 18 de mayo de 2012

109.

Desperté entre sudores fríos, con el corazón aprisionado por una mano grande y oscura. Fuego que corría por mis venas. Ni el calor de tu camisa rodeando mi cuerpo desnudo me tranquilizaba. Escuchaba la voz de mi madre gritándome, o eso supuse, ya que se oía muy lejana. Me dolía el alma. El simple de acto de respirar era la mayor tortura a la que me podía someter. Igual, si estuvieras aquí, podrías ayudarme pero no estás. No estás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario