lunes, 4 de marzo de 2013

218.


Estaban cortando la hierba a unos metros de nosotros y el penetrante olor se mezclaba con el de mi pitillo antes de entrar por mi nariz. El sol acariciaba mis hombros desnudos y mis mejillas ligeramente coloradas. Gracias a esa luminosidad de verano podía ver a través de mis párpados. Era un jueves, o un viernes, no lo recuerdo bien, sobre las diez de la mañana. Tenía la cabeza apoyada en el regazo de una de las mejores personas que he conocido jamás. Amy Winehouse enlatada cantaba desde mi móvil y yo, feliz, empecé a cantar con ella. De un día para otro me quedé sola, y volví a ser la puta que se iba con el primer tío que encontraba porque creía que podía engañarme a mi misma y hacer pasar a esos calentones por hombres realmente enamorados de mi. Volviendo a mi relato de los hechos aquel día acontecidos; me bebía un café frío mientras fumaba y decía tonterías simplemente por hacer reír a Carlos, y sus ojos, habitualmente pardos, rozaban el verde cuando me miraba, girado, y le daba el sol en la cara. Recuerdo también el tacto de sus labios en mi mejilla y su mano en mi espalda cuando empezamos a bailar simplemente porque nos apeteció en aquel momento. Fui feliz. Aquel día, olvidándome por un par de horas de todo, y dejando atrás mis múltiples problemas, me escapé a algún lugar un poco menos malo.

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