jueves, 14 de marzo de 2013

221.

La yema de mis dedos acariciaba tu espalda, casi quemaba pero era tan suave que no podía dejar de hacerlo. De vez en cuando abría los ojos y comprobaba que no eras un sueño, o un espejismo creado para ponerme mala pero cada vez que lo hacía seguías tumbado en mi cama. Y yo sonreía viendo tu gesto al apartar el pelo de la cara, y me perdía observando tus labios y sus múltiples y sabrosas perspectivas. Cuando cerraba los ojos mi cerebro representaba en mi cabeza lo que me gustaría que pasara, y tú te acercabas y me besabas, y todo desaparecía pero según me parecía a mi, mi momento se había pasado, y tú habías pasado página hacía ya un tiempo. Mientras me resignaba a mi destino y me metía en mi mundo de sueños e ilusiones rotas, tu dedo pulgar recorrió mi cara, terminando en el mentón y acariciando mis labios. En un parpadeo, estabas apretando tus labios contra los míos, al siguiente, te habías apartado. Volvías a mirarme, serio cuando estabas en mis ojos, sonriente cuando recorrías mi cara y mis mejillas. Me colocaste un pelo y abriste la boca como si fueras a decir algo pero terminamos besándonos una y otra vez. No dijiste nada importante, aunque nos entendimos perfectamente. Morí y renací esa noche, cuando, a oscuras, me robaste el corazón y el alma. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario