sábado, 28 de abril de 2012

90.


Ahora todo está vacío, y su vida parece sin sentido. Intenta nadar pero no encuentra oxígeno. Echa de menos aquellas veces en las que no había más mundo que tu sonrisa. Cayó tantas veces que no puede ni contarlas. El sol brilla fuera de casa, ella baja las persianas. Se cierra al mundo, una vez más. La batalla está perdida, ya ha decidido dejarse llevar por el viento. Botellas por el suelo, humo de cigarrillo, podría ser, pero, no lo es, ya no lo es. Hace tiempo que tiene claro que esa no es la solución. Y entonces se le da por pensar si podría recoger las lágrimas, si serviría para algo. Justo cuando ve unas pastillas en un estante bastante alto, parecen llamarla a gritos. Hubo otros momentos en que quiso comérselas (por eso están en un estante alto) pero todavía recuerda que, en aquellos momentos, dudó porque no quería desprenderse de la vida, siempre hubo algo que la retenía. Pero, esta vez siente que ya no hay nada que la ate a todo esto. Esa idea se abre camino en su cabeza y provoca unas extrañas ansias por coger esas pastillas. Se sube a una silla, consigue cogerlas. Ahora sí, está todo acabado. Finito. Cierra los ojos y traga, cae el cuerpo inerte al suelo. La encontrarán unas horas después, la llorarán, incluso habrá algunos que la echen de menos. Pero ella no lo sabrá, porque tomó una decisión sin vuelta atrás.

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