lunes, 23 de abril de 2012

86.


Como siempre llegó más tarde de lo acordado. Pero yo ya contaba con ello. La esperaba con impaciencia, me moría por contárselo todo, por saber qué pensaba ella. Llegó y me habló de nuestro antiguo colegio, de sus padres… En cuanto tuve ocasión solté toda mi historia de golpe, y esperé. “Te gusta.” No era una pregunta, era una afirmación, no hizo falta que yo dijera nada más que lo que pasó. Supongo que cuando dos personas se conocen tanto como ella y yo, no hace falta decir la mitad de las cosas, porque la otra ya lo sabe. Nunca creí mucho en los “amigos”, y que decir tiene de los “mejores amigos”, a mis ojos siempre fueron palabras sin sentido, mal utilizadas en la gran parte. Pero si creía en ella, llevaba años creyendo en ella.

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