Como siempre llegó más tarde de lo acordado. Pero yo ya contaba con ello. La esperaba con impaciencia, me moría por contárselo todo, por saber qué pensaba ella. Llegó y me habló de nuestro antiguo colegio, de sus padres… En cuanto tuve ocasión solté toda mi historia de golpe, y esperé. “Te gusta.” No era una pregunta, era una afirmación, no hizo falta que yo dijera nada más que lo que pasó. Supongo que cuando dos personas se conocen tanto como ella y yo, no hace falta decir la mitad de las cosas, porque la otra ya lo sabe. Nunca creí mucho en los “amigos”, y que decir tiene de los “mejores amigos”, a mis ojos siempre fueron palabras sin sentido, mal utilizadas en la gran parte. Pero si creía en ella, llevaba años creyendo en ella.
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