lunes, 13 de agosto de 2012

148.


Estaba sentada en el sillón giratorio de mi habitación cuando entró corriendo por la puerta una sombra de menos de medio metro, se tiró a sus brazos, con lágrimas en los ojos. Ella sonrió, cariñosa, y le preguntó qué había pasado. Yo fingía escuchar al niño pero no podía apartar los ojos de aquella preciosidad. Sentó al niño sobre sus piernas, rodeándolo con los brazos. Me preguntó algo, pero yo no me enteré, la miré desconcertado. Casi le suelto "Sé la madre de mis hijos, por favor", quería hacerle el amor más que nada en el mundo. Saqué el móvil con la idea de distraerme para que no notara nada. Y casi sin darme cuenta, lo puse en silencio y empecé a sacarle fotos. Yo estaba mareado, embriagado de su belleza. Hacía como dos años que no la veía, pero nada había cambiado, ella era el amor de mi vida, por mucho que me alejase, seguiría siéndolo, para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario