domingo, 12 de agosto de 2012

147.


Me cogió por una pierna y me tiró en el sofá, caí entre sus brazos. Un abrazo rudo, como él mismo. Su aliento en mi nuca. Cierro los ojos, de repente sus labios se posan en mi garganta. Asolando mi mundo. Como una buena patada en los huevos. Y ya no quiero apartarme, ni que se aparte él. Nocivo, esa es su descripción. Ahora es fuerte, mucho más que yo y puede hacer conmigo lo que quiera. Y a mi me da igual, porque me rodea su olor y escucho los acelerados latidos de su corazón, sus músculos se tensan cuando escuchamos unos pasos subiendo las escaleras. Me aparto de un salto y él no opone resistencia, entran en la habitación. Se ha terminado, todo, volvemos a la realidad. Dejamos de jugar con fuego, no porque nos dé miedo quemarnos, si no porque no queremos quemar a los demás.

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