lunes, 19 de noviembre de 2012

195.


Simplemente, te quiero. Es algo que va más allá del tiempo, de las religiones y de las culturas. Es un hecho consumado. Podría pasarme una eternidad admirando tus ojos a la luz del sol. No sé bien cómo demostrarte esto, si tuviera que abrazarte probablemente te mataría con toda la fuerza que tendría que usar, como las serpientes. Sigo teniendo ese miedo a que todo esto sea un simple sueño, del que cualquier día despierte y todo se vaya al carajo; es que ha dejado de importarme. Sólo quiero disfrutar esto, el tiempo que pueda estar contigo, las cosas buenas y las malas. Ver como sonríes y bailas por tener una cajita con comida basura del Burguer King. Hasta preocuparme porque no cuidas nada tu salud, me resulta una tarea extrañamente adictiva. Aunque intento no hacerlo, siempre acabo pensando en ti, en qué estarás haciendo, en si tú piensas en mi o no. Sé que algún día bailarás conmigo, bajo la lluvia, cogerás un resfriado y aunque yo esté bien porque nunca enfermo, me aprovecharé y me pasaré una semana en el sofá contigo, con veinte mantas por encima, haciendo como que veo la tele, cuando en realidad estaré pendiente de cada uno de tus movimientos. Este y otros miles de proyectos, corren por mi cabeza, tengo planeada media vida ya. Y, antes o después, siempre apareces tu por el medio. Cambias todo, llegas tarde a los sitios, haces cosas inesperadas, me sacas de mis casillas. En el fondo (y en la superficie también) me encanta como eres, tus defectos y tus virtudes, todo tú. Porque yo, te quiero.

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