Ligeramente despeinado, ojos marrones y saltones, camiseta
de tirantes de color blanco desteñido (blanco, cuando la compró), pantalones
vaqueros por la rodilla y zapatillas Converse blancas algo viejas ya. Una
Yamaha naranja entre sus piernas. Esperaba aburrido, mirando al infinito. Ella
apareció por la espalda y se subió en silencio detrás de el en la moto. Lo besó en la mejilla y el arrancó. Llegaron
en diez minutos a la puerta de su antiguo colegio. Saltaron la valla y
anduvieron por el parque. Ella miraba con añoranza todos los lugares y cantidad
de recuerdos acudían a su cabeza. Un campo de fútbol de asfalto rodeado de
hierba, los árboles al fondo. Unas porterías viejas sucias y rotas. Los
endebles tejados que nunca cumplían su función de proteger de la lluvia. Le
daba la impresión de poder verse a si misma y a sus amigos de pequeños
correteando por allí. Una traicionera
lagrimilla se precipitó suicida por la mejilla de ella. Estaba todo bastante
cambiado pero para ella todo tenía significado. A cualquiera le habrían
parecido unas simples escaleras pero ella recordaba perfectamente como Iván, su
“hermanito” y ella misma comían pipas con extra de sal todas las tardes allí
sentados. Los columpios eran las plataformas que los lanzaban hasta el cielo.
La fuente donde se abrió los labios cuando tenía tres años. La canasta donde
tiró su primer triple. El comedor de la escuela, su primer trabajo. Así fue
como muchas lágrimas más siguieron a su predecesora. No era tristeza lo que
ella sentía, simplemente añoraba aquellos años donde nada importaba. Él la
había dejado andar por donde quiso, en silencio y un paso por detrás, la
seguía. Cuando llegaron al edificio de los niños de infantil se acercó y dijo:
-Te acuerdas el año que nos dijeron que estábamos en amenaza
de bomba. Tú y yo servíamos en el comedor cuando David llegó corriendo y dio la
noticia. Muchos echaron a correr sin mirar atrás, entre ellos yo. Pero tú te
diste la vuelta y te dirigiste hacia los enanos. Les dijiste que hoy jugábamos
a un juego que se llamaba bomba, así que tenían que salir corriendo muy rápido
hacia la puerta de fuera y ellos sonriendo te miraron y te siguieron. Estábamos
todos fuera, algunos incluso llorando, llamaban a sus padres, hasta los
profesores estaban asustados. Tú no, tú seguías cuidando de los niños. Cuando
Balbi se dio cuenta de que faltaba una niña de primero de primaria. Nadie quiso
entrar para traerla lejos, a salvo, nos lo prohibieron. Tú saliste corriendo en
dirección al colegio en cuanto lo oíste. La trajiste vuelta. Siempre fuiste un
ángel que llegó aquí para revolucionarnos. Y nosotros nos dejamos revolucionar.
Ella miraba hacia donde estaban los columpios viejos,
aquellos azules y amarillos que tenían cinco columpios en vez de dos como la
mayoría. Los señaló y dijo:
-Estaba ahí columpiándose, feliz por haber conseguido uno de
los columpios.
Luego se volvió hacia él y lloró en su hombro. “Lo echo todo
tanto de menos”. “Todos te echamos tanto de menos”.
Se giraron y se fueron hacia su casa. El hizo la comida.
Ella estudió biología.
:) Enternecedor. Por un momento imaginé mi antiguo colegio, solo que sé que yo nunca lloraría por recordarlo, fue una buena época, lo sé, pero no para tanto, quizá porque tampoco tenía nada importante allí por aquel entonces; un tanto triste también pensar eso, que de pequeña no tenía a nadie verdaderamente a mi lado en el colegio...
ResponderEliminarGenial. Como tú :D
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