domingo, 11 de marzo de 2012

54.

Mientras las demás niñas soñaban con encontrar a su príncipe azul, casarse y tener dos hijos (niño y niña), yo soñaba con aquella vida que me habías prometido. Ir a vivir a Barcelona, un piso para los dos solos, cómo nos apeteciera. Probar montones de comida. Trabajar en lo que fuera para ganar un dinero e irnos a recorrer mundo. A la India,  Japón,  EEUU,  Australia, Parías, recorrer Italia subidos a una Vespa. Robamos un viejo mapa de la clase y fuimos poniendo cruces en todos los sitios a los que queríamos ir. Corríamos al aire libre como salvajes, luchábamos. No teníamos miedo a nada. Pensamos que con lo que nos queríamos, nada nos separaría. Pero, entonces, me tuve que ir de la aldea. El mundo pareció acabarse. Ya no habría más paseos por el monte, más baños en el lago de enfrente de casa, más recreos jugando al fútbol. No podría ir a buscarte y escaparnos de colegio como hacíamos antes. El último día de clase, me besaste y me dijiste que jamás me olvidarías, que volviera pronto. Te recuerdo llorando en silencio. David se acercó a ti y puso su mano en tu hombro. Todos te abrazaron. Llorasteis juntos por la hermana caída. Separada a traición de su familia. Volví todos los fines de semana a verte. Pero nada era lo mismo. El tiempo no llegaba. Teníamos tantas cosas que contarnos. Estaba asustada porque no conocía a nadie, te decía, si estuvieras allí conmigo. Inténtalo fuerte, me contestaste, pronto se acabará pronto y podremos irnos juntos, pero no puedes dejar que nada te haga daño, nada, vale? Y fingí ser otra persona para que nadie me conociera, para que no pudieran hacerme daño. Me cubrí de mentiras, canté canciones que no me gustaban, pasé el tiempo con gente que no me caía demasiado bien. Pero pronto pasará todo, y me iré con él para no volver, me decía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario