domingo, 29 de enero de 2012

26.

Noto el suelo frío bajo las plantas de mis pies, dejé los zapatos por ahí, olvidados. La lluvia cae en mi frente y ojos y resbala por mis mejillas. Con mi cabeza bien alta, y mis lágrimas secas, recorro las calles de Madrid. Sin rumbo fijo, simplemente callejeo hasta que me canso y me siento en un banco. Cada vez que me cruzo con alguien guiño los ojos para poder ver en esta puta oscuridad y saber si eres tú. Ya se va a hacer de día y aún no te he encontrado. Supongo que porque ya no estás en esta ciudad. La verdad, no quiero estar un minuto más mirando cómo los perros mean en farolas. Tú si podrías estar en mi lugar. Hecho polvo y más borracho que un bizcocho.  Sin embargo, suelo ser yo la que acaba tirada por las calles susurrando tu nombre a la luna, preguntándole a las estrellas por qué siempre me dejas cuando todo parece ir bien. A lo mejor, soy yo la que corre espantada cada vez que me pides “seriedad” en nuestra relación. No lo sé. Pero seguiré echándote a ti la culpa, hace que sea más fácil olvidarte.

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