martes, 20 de diciembre de 2011

7.

Fuí al lago, a nadar. Hasta que se me enfrió el cerebro. Buceé. Hasta que sentí que necesitaba osíxeno o branquialgas. Cuando me dolían los músculos, subí por el árbol grande y me tiré entre sus raíces para secarme. Creo que me quedé dormida porque cuando abrí los ojos era de noche y a mi alrededor había lobos, había muchos lobos. Estaban quietos, mirándome... Debí echar a correr pero no lo hice, me quedé donde estaba, ni siquiera respiré. Se acercaron a mi y comenzaron a lamerme, a olerme. No me asusté, estaba segura, estaba con mi familia. Los abracé, me fundí en su suave pelo...
Y mi cuerpo cambió, pero no como en la adolescencia, sino como cuando tomas setas y crees que eres un coche o algo así. Y fui lobo, corrí por el bosque, me aparee con otros lobos,... Por la mañana desperté cerca de mi casa, tirada en el suelo y desnuda. Una increíble satisfacción recorría mis venas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario